El año
santo que culmina este 20 de noviembre nos dio la posibilidad de redescubrir el
amor de Dios e intentar todos los días ser misericordiosos como Él. Mes en el
que en nuestra ciudad nos preparamos para honrar a nuestra Madre, María
Inmaculada.
El deseo
del Papa no es sólo para este año, sino para toda nuestra vida:
“La dulzura de su mirada nos acompañe para que
todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios. Ninguno como María
ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida
fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne.
(…) Al pie de
la cruz, María junto con Juan, el discípulo del amor, es testigo de las
palabras de perdón que salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido a
quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia de
Dios. María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y
alcanza a todos sin excluir a ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre
nueva oración del Salve Regina,
para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos
haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús.
Ojalá que hayamos podido
acercarnos un poquito a este deseo del
Papa:
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